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hace mucho ruido! ¿Qué será eso? Lo más prudente será esconderse en el matorral y seguirle con la mirada..." Apenas se había escondido en el matorral, cuando vió, lleno de terror, al diablo, volando por encima del tejado del molino. Entre las garras llevaba algo... Apostaría a que no adivináis lo que llevaba entre las garras...

¡El judío Iankel! ¡Sí, aquel mismo Iankel, que se había llevado hacía un año, estaba allí de nuevo! El diablo tenía cogido al judío por la espalda, y Iankel apretaba entre sus manos un gran bulto envuelto en una sábana. Ambos se insultaban en alta voz, como una docena de judíos disputando en el mercado.

El diablo cayó sobre la presa, como una piedra. Si Iankel no hubiera llevado el fardo, moría aplastado. Luego se levantaron los dos y empezaron a disputar.

—Qué cochino!—gritaba Iankel—. Ya podía usted haber bajado con un poco más de suavidad.

Había que pensar que llevaba usted un hombre vivo, y poner cuidado...

¡Sí, un hombre, y además, un bulto de propina; que el diablo os lleve a los dos!

—No comprendo en qué le puede molestar mi pequeño bulto. No era usted, sino yo, quien lo traía en las manos.

— Un pequeño bulto? Una montaña, dirás!

Estoy completamente extenuado. Además, eso no se había estipulado en nuestro contrato.