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Pero es muy natural; no se emprende un viaje tan largo sin equipaje. Cuando usted toma un viajero, toma también su equipaje; ningún hombre razonable partiría sin equipaje. Veo que le gustaría a usted engañar al pobre Iankel.

—¿Engañar a un zorro viejo como tú? ¡Eso no es fácil, a fe mía! Quisiera ver al que tenga la suerte de engañarte. Maldigo el día en que te conocí.

—Pues si usted cree que yo estoy encantado de haberle conocido a usted, se equivoca usted. No tengo ninguna consideración para usted. ¡Un pobre diablo de tres al cuarto! Pero, vamos a otra cosa. Dígame usted qué era lo convenido entre nosotros. Lo ha olvidado usted, quizá? Bien; le voy a refrescar la memoria: nosotros hicimos una apuesta. ¿Cómo? ¿Acaso negará usted que hicimos una apuesta? ¡Sería el colmo!

—Pero si no lo niego! ¡No tenía la intención de negarlo! Sí; hicimos una apuesta.

¡Ya lo creo! Aquí mismo, en este sitio. En eso estamos de acuerdo. ¿Quizá ha olvidado usted el objeto de nuestra apuesta? Voy a recordárselo.

Afirmaba usted que los judíos se hacen pagar intereses; que envenenan a los campesinos con alcohol; que, aun teniendo piedad de los suyos, son implacables con los cristianos. Sí; usted afirmaba todo eso, y yo le respondí: "Allí, en el matorral, está el molinero. Si tuviera piedad de mí, le hubiera gritado a usted: "Déjele, señor diablo, que