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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/164

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sus insinuaciones... su amor propio! ¿Qué podría ser?

Lo supo; Emilio con absoluta sinceridad y tono sencillo, que la encantaba, se lo explicó: era esto, en resúmen:

Se le había metido en la cabeza... y en el corazón, que él no gozaría jamás de un gran placer, de una gloria deslumbrante, del amor de una mujer muy apetecida, de una inmensa riqueza, de un poderío enorme; pero que, en cambio, jamás tampoco, padecería el tormento de una de esas desgracias terribles que hacen maldecir la existencia. Tenía mucho miedo á los grandes dolores morales, porque sabía por experiencia que su sensibilidad para esta clase de males era refinada, carne viva. Ahora, decía, lo que me horroriza más es la muerte de un hijo. Solo pensando en la agonía de uno de mis churumbeles... me pongo malo. Pues bien, como si lo supiera por revelación particular, directa, creo firmemente que la Providencia me propone este pacto: no perderás ningún hijo si no cometes ningún gran pecado; si no matas, si no robas, si no engañas, si no ofendes el honor de un padre, de un marido. Si te dejas vencer, si sucumbes, por gozar las delicias de la pasión victoriosa, á una gran tentación... como otros muchos han sucumbido, perderás un hijo, como otros muchos lo han perdido. Los he tenido enfermos, muy enfermitos: y en los trances apurados siempre sentí el remordimiento de no huir del mal, de no romper con la tentación... pero ofrecí siempre á Dios el sacrificio de las grandes deli-