Ir al contenido

Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/165

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 161 —

cias del crimen; ofrecí vencerme siempre al llegar á poner por obra mis ansias concupiscentes... y los hijos no se me han muerto; han llegado al borde del sepulcro... pero siempre han vuelto á la vida. ¡Oh, no hay dogma para mí tan claro, tan cierto como éste: si yo gozo de lo que más deseo, que es una mujer, de que no sé, de que no puedo huir; si llega á ser mía... delicia infinita... se me muere un hijo, dolor infinito. Estoy seguro... vendrá la enfermedad y no se dejará vencer como otras veces... nó... vencerá ella... morirá el hijo; porque satisfizo su pasión el padre.

—¡Qué aprensiones! ¡Qué raro es usted!,—dijo Amparo, triste de repente, fría, seca. La habían hecho entrever el mundo de las penas que son castigo; mundo que la horrorizaba, en que jamás había querido pensar. ¡Qué cosas imaginaba aquel hombre! Si la pasión pecaminosa, satisfecha, debía traer consigo una desgracia inmensa, qué infierno la aguardaba á ella! Pero además, la muerte de otros á ella no le parecía tan inmenso dolor. ¡Hombre más raro!

Pasó algún tiempo. Aquella especie de impedimento dirimente que se había descubierto apartó un poco de Emilio á Amparo, que necesitaba, en amor, sacar las consecuencias, una vez sentadas las premisas. Sin embargo, ni uno ni otro daban por concluida aquella extraña manera de relaciones que los acercaba... uno á otro... pero no los juntaba. Cuando más conocían que algo seguía habiendo entre ellos, era en las largas ausencias. Se echa-