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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/87

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bien que pagaba, y, además, hombre influyente y de mucho viso; en fin, no se le podía plantar, pese á todas sus..... cosas, como las llamaba el médico por no insultar al otro.

Y no valía que las palabras terminadas en itis ó en algia, y otras no menos bárbaras, fuesen de uso completamente nuevo, acabadas de componer por un sabio, autor de libro ó artículo de revista, ó de laboratorio; todo lo comprendía el entrometido, porque como picaba también en las lenguas sabias, no era manco en la griega, ó mejor, no era deslenguado; y en seguida, anhelante, preocupadísimo, analizaba los componentes del terminacho flamante, y sea con ayuda del léxico, ó sin ella, sacaba en limpio..... que él tenía el hígado mechado, como dice un personaje de Zaragüeta, ó el riñón cubierto... de úlceras, ó cualquier otra barbaridad.

Aquello era un purgatorio. La familia de don Narciso pagaba el suplemento de las pejigueras que tenía que aguantar el facultativo. Al cual le costaba más trabajo hacerse respetar, en nombre de la autoridad de la ciencia, porque, cuando estaba sano el amigo D. Narciso, solían convenir, sobre todo si tomaban juntos á la sazón café y copa, en que la Medicina está en la edad de piedra, y puede que nunca alcance la de oro. Los dos hacían alarde de su escepticismo terapéutico; el médico muy vano porque creía que era un acto de imparcialidad sublime y de abnegación el confesar él semejante bancarrota (palabra de moda en las ciencias), contra lo que le aconsejaban sus intereses; y el otro