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José Ingenieros

Jo INGENIEROS

que sabe admirar. El que no se inmuta leyendo a Dante, mirando a Leonardo, oyendo a Beethoven, puede jurar que la Naturaleza no ha encendido en su cerebro la antorcha suprema, ni paseará jamás sin velos ante sus ojos miopes que no saben admirarla en las obras de los genios.

La emulación presume un afán de equivalencia, implica la posibilidad de un nivelamiento; saluda a los fuertes que van camino de la gloria, marchando ella también.

Sólo el impotente, convicto y confeso, emponzoña su espíritu hostilizando la marcha de los que no puede seguir.

Toda la psicología de la envidia está sintetizada en una fábula, digna de incluirse en los libros de lectura infantil.

Un ventrudo sapo graznaba en su pantano cuando vió resplandecer en lo más alto de las toscas a una luciérnaga.

Pensó que ningún ser tenía derecho de lucir cualidades que él mismo no poseería jamás. Mortificado por su propia impotencia, saltó hasta ella y la cubrió con su vientre helado. La inocente luciérnaga osó preguntarle: ¿Por qué me tapas? Y el sapo, congestionado por la envidia, sólo acertó a interrogar a su vez: ¿Por qué brillas?

II .—PSICOLOGÍA DE LOS ENVIDIOSOS

Siendo la envidia un culto involuntario del mérito, los envidiosos son, a pesar suyo, sus naturales sacerdotes.

El propio Homero encarnó ya, en Tersites, al envidioso de los tiempos heroicos; como si sus lacras físicas fuesen exiguas para exponerlo al baldón eterno, en un simple verso nos da la línea sombría de su moral, diciéndolo enemigo de Aquiles y de Ulises; puede medirse por las excelencias de las personas que envidia.

Shakespeare trazó una silueta definitia en su Yago feroz, almácigo de infamias y cobardías, capaz de todas las traiciones y de todas las falsedades. El envidioso pertenece a una especie moral raquítica, mezquina, digna de compasión o de desprecio. Sin coraje para ser asesino, se resigna a ser vil. Rebaja a los otros, desesperando de la propia elevación.

La familia ofrece variedades infinitas, por la combinación de otros estigmas con el fundamental. El envidioso pasivo es