Página:El hombre mediocre. Sexta edición (1926).pdf/169

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
165
El hombre mediocre

Carnot tenía veintiocho años al publicar su memoria. Meyer, Joule y Helmotz tenían veinticinco, veintiséis y veinticinco, respectivamente; ninguno de estos grandes innovadores había llegado a los treinta años cuando se dió a conocer. Las épocas en que sus trabajos aparecieron no representan el momento en que fueron concebidos; hubieron de pasar algunos años antes de que tuviesen desarrollo suficiente para ser expuestos y de que ellos encontraran medios de publicarlos. Asombra la juventud de estos maestros de la ciencia; estamos acostumbrados a considerar que ésta es privilegio de una edad avanzada y nos parece que todos ellos han faltado al respeto a sus mayores, permitiéndose abrir nuevos caminos a la verdad, Se dirá que la solución de esos problemas por verdaderos muchachos fué una singular y excepcional casualidad; fácil es comprobar que ocurre lo mismo en todos los dominios de la ciencia: la gran mayoría de los trabajos que señalaron horizontes nuevos fueron la obra de jóvenes que acababan de transponer los veinte años.

No es éste el sitio para buscar las causas y consecuencias de ese hecho; pero es útil recordarlo, pues aunque señalado más de una vez, está muy lejos de ser reconocido por los que se dedican a educar a juventud. Los trabajos de hombres jóvenes son de carácter principalmente innovador; el mecanismo de la instrucción pública no debe ser obstácuo a ellos... permitiéndoles desde temprano desarrollar libremente sus aptitudes en los institutos superiores, en vez de agotar prematuramente, como ocurre ahora, un gran número de talentos científicos originales". Y para que sus conclusiones no parezcan improvisadas, W. Ostwald las ha desenvuelto en su último libro, sobre los grandes hombres, donde el problema del genio juvenil está analizado con criterio experimental.

Por eso las academias suelen ser cementerios donde se glorifica a hombres que ya han dejado de existir para su ciencia o para su arte. Es natural que a ellas lleguen los muertos o los agonizantes; dar entrada a un joven ificaría enterrar a un vivo.