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José Ingenieros

ineptos. Aquéllos borran el mérito en la nivelación; éstos lo burlan atribuyéndolo a una clase. Unos y otros son de hecho, enemigos de toda selección natural. Tanto da que el pueblo sea domesticado por banderías de blasonados o de advenedizos: en ambas están igualmente proscriptas la dignidad y los ideales. Así como las tituladas democracias no lo son, las pretendidas aristocracias no pueden serlo. El mérito estorba en las Cortes lo mismo que en las Tabernas.

198 Toda aristocracia pudo ser selectiva en su origen, suele serlo; es respetable el que inicia con sus méritos una alcurnia o un abolengo. Es evidente la desigualdad humana en cada tiempo y lugar; hay siempre hombres y sombras. Los hombres que guían a las sombras son la aristocracia natural de su tiempo y su derecho es indiscutible. Es justo, porque es natural. En cambio es ridículo el concepto de las aristocracias tradicionales: conciben la sociedad como un botín reservado a una casta, que usufructúa sus beneficios sin estar compuesta por los mejores hombres de su tiempo.

¿Por qué los deudos, familiares y lacayos de los que fueron otrora los más aptos seguirán participando de un poder que no han contribuído a crear? ¿En nombre de la herencia?

Si las aptitudes se heredan, ese privilegio les resulta inútil y podrían renunciarlo; si no se heredan, es injusto y deben perderlo. Conviene que lo pierdan. Toda nobleza hereditaria es la antítesis de una aristocracia natural; con el andar del tiempo resulta su más vigoroso obstáculo.

El derecho divino que invocan los unos es mentira; lo mismo que los derechos del hombre, invocados por los otros.

Aristarcos y demagogos son igualmente mediocres y obstan a la selección de las aptitudes superiores, nivelando toda originalidad, cohibiendo todo ideal.

Una concesión podría hacerse. Los países sin castas aristocráticas son más propicios a la mediocrización; en ellos se constituyen oligarquías de advenedizos, que tienen todos los defectos y las presunciones de la nobleza, sin poseer sus cualidades. En su improvisación fáltales la mentalidad del gran señor, compuesta por atributos que fincan en una cultura de siglos: hay, sin duda, gentes de calidad y hombres