Página:El hombre mediocre. Sexta edición (1926).pdf/214

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
210
José Ingenieros

y agredido. Cumplía una función histérica. Por eso, como el héroe del romance, su trabajo fué la lucha, su descanso pelear. Se mantuvo ajeno y superior a todos los partidos, incapaces de contenerlo. Todes lo reclamaban y lo repudiaban alternativamente: ninguno, grande o pequeño, pudia ser teda una generación, todo un pueblo, toda tna raza, y Sarmiento sintetizaba una era en nuestra latinidad americana. Su acercamiento a las facciones, compuestas por amalgamas de subalternos, tenía reservas y reticencias, simples tantoos hacia un fin claramente previsto, para cuya consecución necesitó ensayar todos los medios. Genio ejecutor, el mundo parecíale pequeño para abarcarle entre sus brazos; sólo pudo ser suyo el lema inequívoco: "las cosas hay que hacerlas; mal, pero hacerlas".

Ninguna empresa le pareció indigna de su esfuerso; en todas llevó como única antorcha su Ideal. Habría preferido morir de sed antes que abrevarse en el manantial de la rutina. Miguelangelesco escultor de una nueva civilización, tuvo siempre libres las manos para modelar instituciones e ideas, libres de cenáculos y de partidos, libres para golpear tiranías, para aplaudir virtudes, para sembrar verdades a puñados. Entusiasta por la Patria, cuya grandeza supo mirar como la de una propia hija, fué también despiadado con sus vicios, cauterizándolos con la benéfica crueldad de un cirujano.

La unidad de su obra es profunda y absoluta, no obstante las múltiples contradicciones nacidas por el contraste de su conducta con las oscilaciones circunstanciales de su medio. Entre alternativas extremas, Sarmiento conservó la linea de su carácter hasta la muerte. Su madurez siguió la orientación de su juventud; llegó a los ochenta años perfeccionando las originalidades que había adquirido a los treinta.

Se equivocó innumerables veces, tantas como sólo pue le concebirse en un hombre que vivió pensando siempre. Cambió mil veces de opinión en los detalles, porque nunca dejó de vivir; pero jamás desvió la pupila de lo que era esencial en su función. Su espíritu salvaje y divino parpadeaba como un faro, con alternativas perturbadoras. Era un mundo m