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Oye á una triste doncella, bien crecida y mal lograda que en la luz de tus dos soles se siente abrasar el alma.

Tú buscas tus aventuras y ajenas desdichas hallas; das las feridas y niegas el remedio de sanarlas.

Dime, valeroso joven, que Dios prospere tus ansias, si te criaste en la Libia, ó en las montañas de Jaca?

¿Si sierpes te dieron leche?

¿si á dicha fueron tus amas, la aspereza de las selvas y el horror de las montañas?

Muy bien puede Dulcinea, doncella rolliza y sana, preciarse de que ha rendido á una tigre y fiera brava.

Por esto será famosa desde Henares á Jarama, desde el Tajo á Manzanares, desde Pisuerga hasta Arlanza.

Trocárame yo por ella, y diera encima una saya de las más gayadas mías, que de oro la adornan franjas.

¡Oh quién se viera en tus brazos, ó si no junto á tu cama, rascándote la cabeza y matándote la caspa !

Mucho pido y no soy digna de merced tan señalada:

los pies quisiera traerte,