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»he de morir á sus manos. Este tal doctor dice él »mismo de sí mismo que él no cura las enferme»dades cuando las hay, sino que las previene para »que no vengan, y las medecinas que usa son dieta » y más dieta, hasta poner la persona en los huesos »mondos, como si no fuese mayor mal la flaqueza »que la calentura. Finalmente, él me va matando »de hambre, y yo me voy muriendo de despecho, »pues cuando pensé venir á este gobierno á comer »caliente, y á beber frío, y á recrear el cuerpo en»tre sábanas de holanda sobre colchones de pluma, »he venido á hacer penitencia como si fuera ermi »taño, y como no la hago de mi voluntad, piensa »que al cabo al cabo me ha de llevar el diablo.

L 1 »Hasta agora no he tocado derecho ni llevado »cohecho, y no puedo pensar en que va esto, por»que aquí me han dicho icho que los gobernadores que á »esta ínsula suelen venir, antes de entrar en ella, »ó les han dado ó les han prestado los del pueblo »muchos dineros, y que esta es ordinaria usanza »>en los demás que van á gobiernos, no solamente »en este.

»Anoche andando de ronda topé una muy her»mosa doncella en traje de varón, y un hermano »suyo en hábito de mujer: de la moza se enamoró »mi maestresala, y la escogió en su imaginación »para su mujer, según él ha dicho, y yo escogí al »mozo para mi yerno: hoy los dos pondremos en »plática nuestros pensamientos con el padre de en»>trambos, que es un tal Diego de la Llana, hidalgo »y cristiano viejo cuanto se quiere.

»Yo visito las plazas como vuesa merced me lo »aconseja, y ayer hallé una tendera que vendía »avellanas nuevas: y averigüele que había mezDON QUIJOTE .—17 TOMO III

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