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y abrazaba á todas sus amigas y conocidas, y á cuantos llegaban á verla, y á todos pedía la encomendasen á Dios y á nuestra Señora su madre; y esto con tanto sentimiento, que á mí me hizo llorar, que no suelo ser muy llorón: y á fe que muchos tuvieron deseo de esconderla y salir á quitársela en el camino; pero el miedo de ir contra el mando del rey los detuvo; principalmente se mostró más apasionado don Pedro Gregorio, aquel mancebo mayorazgo rico que tú conoces, que dicen que la quería mucho; y después que ella se partió, nunca más él ha parecido en nuestro lugar, y todos pensamos que iba tras ella para robarla; pero hasta ahora no se ha sabido nada.

—Siempre tuve yo mala sospecha, dijo Ricote, de que ese caballero adamaba á mi hija; pero fiado en el valor de mi Ricota, nunca me dió pesadumbre el saber que la quería bien; que ya habrás oído decir, Sancho, que las moriscas pocas ó ninguna vez se mezclaron por amores con cristianos viejos; y mi hija, que á lo que yo creo atendía á ser más cristiana que enamorada, no se curaría de las solicitudes dese señor mayorazgo..

—Dios lo haga, replicó Sancho, que á entrambos les estaría mal: y déjame partir de aquí, Ricote amigo, que quiero llegar esta noche adonde está mi señor don Quijote.

—Dios vaya contigo, Sancho hermano, que ya mis compañeros se rebullen, y también es hora que prosigamos nuestro camino; y luego se abrazaron los dos, y Sancho subió en su rucio, y Ricote se arrimó á su bordón y se apartaron.