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los duques el suceso de Sancho Panza, de que no poco se maravillaron, aunque bien entendieron que debía de haber caído por la correspondencia de aquella gruta que de tiempos inmemoriables estaba allí hecha; pero no podían pensar como había dejado el gobierno sin tener ellos aviso de su venida.

Finalmente, como dicen, llevaron sogas y maromas, y á costa de mucha gente y de mucho trabajo sacaron al rucio y á Sancho Panza de aquellas tinieblas á la luz del sol. Viólo un estudiante y dijo:

Desa manera habían de salir de sus gobiernos todos los malos gobernadores, como sale este pecador del profundo del abismo, muerto de hambre, descolorido y sin blanca á lo que yo creo. Oyólo Sancho, y dijo:

—Ocho días ó diez ha, hermano murmurador, que entré á gobernar la insula que me dieron, en los cuales no me ví harto de pan siquiera una hora:

en ellos me han perseguido médicos, enemigos me han brumado los huesos; ni he tenido lugar de hacer cohechos ni de cobrar derechos; y siendo esto así, como lo es, no merecía yo, á mi parecer, salir desta manera; pero el hombre pone y Dios dispone; y Dios sabe lo mejor y lo que está bien á cada uno; y cual el tiempo, tal el tiento; y nadie diga desta agua no beberé; que á donde se sienta que hay tocinos no hay estacas; y Dios me entiende, y basta, y no digo más aunque pudiera.

—No te enojes, Sancho, ni recibas pesadumbre de lo que oyeres, que será nunca acabar: ven tú con segura conciencia, y digan lo que dijeren; y es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mesmo que querer poner puertas al campo. Si el gobernador sale rico de su gobierno, dicen dél que ha