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CAPITULO LVI

De la descomunal y nunca vista batalla que pasó entre don Quijote de la Mancha y el lacayo Tosilos, en la defensa de la hija de la dueña doña Rodriguez.

No quedaron arrepentidos los duques de la burla hecha á Sancho Panza del gobierno que le dieron y más que aquel mismo día vino su mayordomo, y les contó punto por punto todas casi las palabras y acciones que Sancho había dicho y hecho en aquellos días; y finalmente les encareció el asalto de la insula, y el miedo de Sancho, y su salida, de que no pequeño gusto recibieron. Después desto cuenta la historia que se llegó el día de la batalla aplazada; y habiendo el duque una y muy muchas veces advertido á su lacayo Tosilos cómo se había de avenir con don Quijote para vencerle sin matarle ni herirle, ordenó que se quitasen los hierros á las lanzas, diciendo á don Quijote que no permitía la cristiandad, de que él se preciaba, que aquella batalla fuese con tanto riesgo y peligro de las vidas, y que se contentase con que le daba campo franco en su tierra, puesto que iba contra el decreto del santo concilio que prohibe los tales desafíos, y no quisiese llevar por todo rigor aquel trance tan fuerte.

Don Quijote dijo que su excelencia dispusiese las cosas de aquel negocio como más fuese servido, que él le obedecería en todo. Llegado pues el teme-