Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo III (1908).pdf/302

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 298 —

cha. Ellas dijeron que sí, y que todo lo que en aquel caso hiciese lo daban por bien hecho, por firme y por valedero. Ya en este tiempo estaban el duque y la duquesa puestos en una galería que caía sobre la estacada, toda la cual estaba coronada de infinita gente, que esperaba ver el riguroso trance nunca visto. Fué condición de los combatientes que si don Quijote vencía, su contrario se había de casar con la hija de doña Rodríguez, y si él fuese vencido, quedaba libre su contendedor de la pala bra que se le pedía, sin dar otra satisfacción algu na. Partióles el maestro de las ceremonias el sol, y puso á los dos cada uno en el puesto donde habían de estar. Sonaron los atambores, llenó el aire el son de las trompetas, temblaba debajo de los pies la tierra: estaban suspensos los corazones de la mirante turba, temiendo unos y esperando otros el bueno ó el mal suceso de aquel caso. Finalmente, don Quijote encomendándose de todo su corazón á Dios nuestro Señor, y á la señora Dulcinea del Toboso, estaba aguardando que se le diese señal precisa de la arremetida; empero nuestro lacayo tenía diferentes pensamientos: no pensaba él sino en lo que ahora diré. Parece ser que cuando estuvo mirando á su enemiga, le pareció la más hermosa mujer que había visto en toda su vida; y el niño ceguezuelo, á quien suelen llamar de ordinario Amor por esas calles, no quiso perder la ocasión que se le ofreció de triunfar de una alma lacayuna, y ponerla en la lista de sus trofeos y así llegándose á él bonitamente sin que nadie le viese, le envasó al pobre lacayo una flecha de dos varas por el lado izquierdo, y le pasó el corazón de parte á parte:

púdolo hacer bien al seguro, porque el Amor es in visible, y entra y sale por dó quiere, sin que nadie -