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do: digo que las sayas eran riquísimos faldellines de tabí de oro: traían los cabellos sueltos por las espaldas, que en rubios podían competir con los rayos del mismo sol, los cuales se coronaban con dos guirnaldas de verde laurel y de rojo amaranto tejidas: la edad, al parecer, ni bajaba de los quince ni pasaba de los diez y ocho. Vista fué esta que admiró á Sancho, suspendió á don Quijote, hizo parar al sol en su carrera para verlas, y tuvo en maravilloso silencio á todos cuatro. En fin, quien primero habló fué una de las zagalas, que dijo á don Quijote:

—Detened, señor caballero, el paso, y no rompáis las redes, que no para daño vuestro, sino para nuestro pasatiempo ahí están tendidas:

porque sé que nos habéis de preguntar para qué se han puesto, y quién somos, os lo quiero decir en breves palabras. En una aldea que está hasta dos leguas de aquí, donde hay mucha gente principal, y muchos hidalgos y ricos, entre muchos amigos y parientes se concertó que con sus hijos, mujeres y hijas, vecinos, amigos y parientes nos viniésemos á holgar á este sitio, que es uno de los más agradables de todos estos contornos, formando entre todos una nueva y pastoril Arcadia, vistiéndonos las doncellas de zagalas, y los mancebos de pastores: traemos estudiadas dos églogas, una del famoso poeta Garcilaso, y otra del excelentísimo Camoens, en su misma lengua portuguesa, las cuales hasta agora no hemos representado: ayer fué el primer día que aquí llegamos: tenemos entre estos ramos plantadas algunas tiendas, que dicen se llaman de campaña, en el margen de un abundoso arroyo que todos estos prados fertiliza: tendimos la noche Dasada estas redes destos árboles para engañar á