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Ven, señora, y vamos á ver si es muerto tu enemigo, que después veremos lo que más te importare.

Don Quijote, que estaba escuchando atentamente lo que Claudia había dicho, y lo que Roque Guinart respondió, dijo:

—No tiene nadie para qué tomar trabajo en defender á esta señora, que lo tomo yo á mi cargo:

denme mi caballo y mis armas, y espérenme aquí, que yo iré á buscar á ese caballero, y muerto ó vivo le haré cumplir la palabra prometida á tanta belleza.

— —Nadie dude de esto, dijo Sancho, porque mi señor tiene muy buena mano para casamentero, pues no ha muchos días que hizo casar á otro que también negaba á otra doncella su palabra; y si no fuera porque los encantadores que le persiguen le mudaron su verdadera figura en la de un lacayo, esta fuera la hora que ya la tal doncella no lo fuera.

Roque que atendía más á pensar en el suceso de la hermosa Claudia, que á las razones de amo y mozo, no las entendió, y mandando á sus escuderos que volviesen á Sancho todo cuanto le habían quitado del rucio, mandándoles asimesmo que se retirasen á la parte donde aquella noche habían estado alojados, y luego se partió con Claudia á toda priesa á buscar al herido ó muerto don Vicente.

Llegaron al lugar donde le encontró Claudia, y no hallaron en él sino recién derramada sangre; pero tendiendo la vista por todas partes descubrieron por un recuesto arriba, alguna gente y diéronse á entender, como era la verdad, que debía de ser don Vicente, á quien sus criados ó muerto ó vivo llevaban, ó para curarle ó para enterrarle: diéronse