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343— no se podría vivir con ellos. A lo que dijo Sancho:

—Según lo que aquí he visto, es tan buena la justicia, que es necesario que se use aún entre los mesmos ladrones.

Oyólo un escudero, y enarboló el mocho de un arcabuz, con el cual sin duda le abriera la cabeza á Sancho, si Roque Guinart no le diera voces que se detuviese. Pasmóse Sancho, y propuso de no descoser los labios en tanto que entre aquella gente estuviese. Llegó en esto uno ó algunos de aquellos escuderos que estaban puestos por centinelas por los caminos para ver la gente que por ellos venía, y dar aviso á su mayor de lo que pasaba, y éste dijo:

—Señor, no lejos de aquí, por el camino que va á Barcelona, viene un gran tropel de gente. A lo que respondió Roque:

—¿Has echado de ver si son de los que nos buscan, ó de los que nosotros buscamos?

—No, sino de los que buscamos, respondió el escudero.

—Pues salid todos, replicó Roque, y traédmelos aquí luego sin que se os escape ninguno.

Hiciéronlo así, y quedaron solos don Quijote, Sancho y Roque, aguardaron á ver lo que los escuderos traían, y en este entretanto dijo Roque á don Quijote:

—Nueva manera de vida le debe de parecer al señor don Quijote la nuestra, nuevas aventuras, nuevos sucesos, y todos peligrosos: y no me maravillo que así le parezca, porque realmente le confieso que no hay modo de vivir más inquieto ni más sobresaltado que el nuestro. A mí me han puesto en él no sé que deseos de venganza, que