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noticia destas cuatro galeras fuimos descubiertos, y nos ha sucedido lo que habéis visto. En resolución, don Gregorio queda en hábito de mujer entre mujeres, con manifiesto peligro de perderse, y yo me veo atadas las manos, esperando, ó por mejor decir, temiendo perder la vida que ya me cansa. Esto es, señores, el fin de mi lamentable historia, tan verdadera como desdichada:

lo que os ruego es, que me dejéis morir como cristiana, pues, como ya he dicho, en ninguna cosa he sido culpable de la culpa en que los de mi nación han caído: y luego calló, preñados los ojos de tiernas lágrimas, á quien acompañaron muchos de los que presentes estaban.

El virrey, tierno y compasivo, sin hablarle palabra se llegó á ella, y le quitó con sus manos el cordel que las hermosas de la mora ligaba. En tanto pues que la morisca cristiana su peregrina historia trataba, tuvo clavados los ojos en ella un anciano peregrino que entró en la galera cuando entró el virrey, y apenas dió fin á su plática la morisca, cuando él se arrojó á sus pies, y abrazado dellos, con palabras interrumpidas de mil sollozos y suspiros, le dijo:

Oh, Ana Félix, desdichada hija mía, yo soy tu padre Ricote, que volvía á buscarte, por no poder vivir sin tí, que eres mi alma. A cuyas palabras abrió los ojos Sancho, y alzó la cabeza, que inclinada tenía pensando en la desgracia de su paseo, y mirando al peregrino conoció ser el mismo Ricote, que topó el día que salió de su gobierno, y confirmóse que aquella era su hija, la cual, ya desatada, abrazó á su padre, mezclando sus lágrimas con las suyas; el cual dijo al general y al virrey: