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vencidos los puncen moscas, los coman piojos, y les embista la hambre: si los escuderos fuéramos hijos de los caballeros á quien servimos, ó parientes suyos muy cercanos, no fuera mucho que nos alcanzara la pena de sus culpas hasta la cuarta generación; pero ¿qué tienen que ver los Panzas con los Quijotes? Ahora bien, tornémonos á acomodar, y durmamos lo poco que queda de la noche, y amanecerá Dios y medraremos.

—Duerme tú, Sancho, respondió don Quijote, que naciste para dormir, que yo que nací para velar, en el tiempo que falta de aquí al día daré rienda á mis pensamientos, y los desfogaré en un madrigalete, que sin que tú lo sepas anoche compuse en la memoria.

—A mí me parece, respondió Sancho, que los pensamientos que dan lugar á hacer coplas no deben de ser muchos: vuesa merced coplee cuanto quisiere, que yo dormiré cuanto pudiere: y luego tomando en el suelo cuanto quiso, se acurrucó y durmió á sueño suelto, sin que fianzas ni deudas ni dolor alguno se lo estorbase.

Don Quijote, arrimado á un tronco de una haya, ó de un alcornoque (que Cide Hamete Benengeli no distingue el árbol que era,) al són de sus mismos suspiros cantó desta suerte :

Amor, cuando yo pienso en el mal que me das terrible y fuerte, voy corriendo á la muerte, pensando así acabar mi mal inmenso:

mas en llegando al paso, que es puerto en este mar de mi tormento, tanta alegría siento, que la vida se esfuerza y no le paso.