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era. Mandó el duque despejar el patio, y que todos se recogiesen á sus estancias, y que á don Quijote y á Sancho los llevasen á las que ellos ya sabían.

CAPITULO LXX

Que sigue al de sesenta y nueve, y trata de cosas no escusadas para la claridad desta historia.

Durmió Sancho aquella noche en una carriola en el mesmo aposento de don Quijote, cosa que él quisiera escusarla si pudiera, porque biensabía que su amo no le había de dejar dormir á preguntas y á respuestas, y no se hallaba en disposición de hablar mucho, porque los dolores de los martirios pasados los tenía presentes, y le dejaban libre la lengua, y viniérale más á cuento dormir en una choza solo, que no en aqueIla rica estancia acompañado. Salióle su temor tan verdadero y su sospecha tan cierta, que apenas hubo entrado su señor en el lecho, cuando dijo:

—Qué te parece, Sancho, del suceso desta noche? Grande y poderosa es la fuerza del desdén desamorado, como por tus mismos ojos has visto muerta á Altisidora, no con otras saetas, ni