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dad que canten ó escriban, que no se atribuya a licencia poética.

1 Responder quisiera don Quijote, pero estorbáronlo el duque y la duquesa, que entraron á verle, entre los cuales pasaron una larga y dulce plá tica, en la cual dijo Sancho tantos donaires y tantas malicias, que dejaron de nuevo admirados á los duques, así con su simplicidad, como con su agudeza. Don Quijote les suplicó le diesen licencia para partirse aquel mismo día, pues á los vencidos caballeros como él, más les convenía habitar una zahurda que no reales palacios. Diéronsela de muy buena gana, y la duquesa le preguntó si quedaba en su gracia Altisidora. El le respondió:

—Señora mía, sepa vuestra señoría que todo el mal desta doncella nace de ociosidad, cuyo remedio es la ocupación honesta y continua. Ella me ha dicho aquí que usan randas en el infierno; y pues ella las debe de saber hacer, no las deje de la mano, que ocupada en menear los palillos no se menearán en su imaginación la imagen ó imágenes de lo que bien quiere; y esta es la verdad, este mi parecer y este mi consejo.

Y el mío, añadió Sancho, pues no he visto en toda mi vida randera que por amor se haya muerto; que las doncellas ocupadas más ponen sus pensamientos en acabar sus tareas, que en pensar en sus amores. Por mí lo digo, pues mientras estoy cavando no me acuerdo de mi oíslo, digo, de mi Teresa Panza, á quien quiero más que á las pestañas de mis ojos.

—Vos decís muy bien, Sancho, dijo la duquesa, y yo haré que mi Altisidora se ocupe de aquí ade-