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generoso pecho, permitiendo que por sola su voluntad los dos gozasen el bien que el cielo ya les había concedido; que pusiese los ojos ansimismo en la beldad de Dorotea, y vería que pocas ó ninguna se le podían igualar, cuanto más hacerle ventaja, y que juntase á su hermosura su humildad y el estremo del amor que le tenía: y sobre todo advirtiese que si se preciaba de caballero y de cristiano, no podía hacer otra cosa que cumplille la palabra dada, y que cumpliéndosela cumpliría con Dios y satisfaría á las gentes discretas, las cuales saben y conocen que es prerrogativa de la hermosura, aunque esté en sujeto humilde, como se acompañe con la honestidad, poder levantarse é igualarse á cualquiera alteza sin nota de menoscabo del que la levanta é iguala á sí mismo; y cuando se cumplen las leyes fuertes del, gusto, como en ello no intervenga pecado, no deb de ser culpado el que las sigue. En efeto, á esta razones añadieron todos otras tales y tantas, qu el valeroso pecho de don Fernando, en fin com alimentado con ilustre sangre, se ablandó y se dejó vencer de la verdad que él no pudiera negar aunque quisiera; y la señal que dió de haberse rendido y entregado al buen parecer que se le había propuesto, fué abajarse y abrazar á Dorotea, diciéndole:

—Levantaos, señora mía, que no es justo que esté arrodillada á mis pies la que yo tengo en mi alma; y si hasta aquí no he dado muestras de lo que digo, quizá ha sido por orden del cielo, para que viendo yo en vos la fe con que me amáis, os sepa estimar en lo que merecéis: lo que os ruego es que no me reprehendáis mi mal término y mi mucho descuido, pues la misma ocasión y fuerza ADRID