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Mata un desdén; atierra la paciencia, ó verdadera ó falsa, una sospecha; inatan los celos con rigor más fuerte; desconcierta la vida larga ausencia; contra un temor de olvido no aprovecha firme esperanza de dichosa suerte.

En todo hay cierta inevitable muerte; mas yo milagro nunca visto! vivo celoso, ausente, desdeñado, y cierto de las sospechas que me tienen muerto, y en el olvido en quien mi fuego avivo.

Y entre tantos tormentos, nunca alcanza mi vista á ver en sombra á la esperanza, ni yo desesperado la procuro; antes por extremarme en mi querella, estar sin ella eternamente juro.

¿Puédese por ventura en un instante esperar y temer? ó es bien hacello, siendo las causas del temor más ciertas?

¿Tengo, si el duro celo está delante, de cerrar estos ojos, si he de vello por mil heridas en el alma abiertas?

¿Quién no abrirá de par en par las puertas á la desconfianza, cuando mira descubierto el desdén, y las sospechas, ¡oh amarga conversión! verdades hechas, y la limpia verdad vuelta en mentira?

¡Oh en el reino de amor fieros tiranos celos! ponedme un hierro en estas manos, dame, desdén, una torcida soga:

¡mas ay de mí! que con cruel vitoria vuestra memoria el sufrimiento ahoga.

Yo muero en fin; y porque nunca espere buen suceso en la muerte ni en la vida, pertinaz estaré en mi fantasía.