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tender que estaba muerto, y que los que allí dentro estaban eran sus matadores, y con esta sospecha reforzó la voz, diciendo:

—Ciérrese la puerta de la venta, miren no se vaya nadie, que han muerto aquí á un hombre.

Esta voz sobresaltó á todos, y cada cual dejó la pendencia en el grado que la tomó la voz. Retiróse el ventero á su aposento, el arriero á sus enjalmas, la moza á su rancho; solos los dos desventurados don Quijote y Sancho no se pudieron mover de donde estaban. Soltó en esto el cuadrillero la barba de don Quijote, y salió á buscar luz para buscar y prender los delincuentes, mas no la halló, porque el ventero de industria había muerto la lámpara cuando se retiró á su estancia, y fuéle forzoso acudir á la chimenea, donde con mucho trabajo y tiempo encendió el cuadrillero otro candil.

CAPITULO XVII

Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo don Quijote y su buen escudero Sancho Panza, pasaron en la venta, que por su mal pensó que era castillo.

Había ya vuelto en este tiempo de su parasismo don Quijote, y con el mismo tono de voz con que el día antes había llamado á su escudero, cuando estaba tendido en el val de las estacas, le comenzó á llamar diciendo:

— Sancho amigo, duermes? ¿Duermes, amigo Sancho?