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des variadas caballerías y malandantes pensamientos. Y cuando él vió que el pobre caballero llegaba cerca, sin ponerse con él en razones, á todo correr de Rocinante, le enristró con el lanzón bajo, llevando intención de pasarle de parte á parte; mas cuando á él llegaba, sin detener la furia de su carrera, le dijo:

—Defiéndete, cautiva criatura, ó entriégame de tu voluntad lo que con tanta razón se me debe.

El barbero, que tan sin pensarlo ni temerlo vió venir aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio para poder guardarse del golpe de la lanza, si no fué el dejarse caer del asno abajo, y no hubo tocado al suelo, cuando se levantó más ligero que un gamo y comenzó á correr por aquel llano, que no le alcanzara el viento. Dejóse la bacía en el suelo, con la cual se contentó don Quijote, y dijo que el pagano había andado discreto, y que había imitado al castor, el cual viéndose acosado de los cazadores, se taraza y corta con los dientes aquello por lo que él por distinto natural sabe que es perseguido. Mandó á Sancho que alzase el yelmo, el cual, tomándole en las manos, dijo:

—Por Dios que la bacía es buena, y que vale un real de á ocho, como un maravedí; y dándosela á su amo, se la puso luego en la cabeza, rodeándola á una parte y otra buscándole el encaje, y como no se le hallaba, dijo:

—Sin duda que el pagano, á cuya medida se forjó primero esta famosa celada, debía de tener grandísima cabeza, y lo peor dello es que le falta la mitad.

Cuando Sancho oyó llamar á la bacía celada, no pudo tener la risa, mas vínosele á las mientes la cólera de su amo, y calló en mitad della.