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que aun no había cesado la borrasca de las piedras que le perseguían los oídos. Rocinante tendido junto á su amo, que también vino al suelo de otra pedrada. Sancho en pelota, y—temeroso de la Santa Hermandad. Don Quijote mohinísimo de verse tal mal parado por los mismos á quien tanto bien había hecho.

CAPITULO XXIII

De lo que le aconteció al famoso don Quijote en Sierra—Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta verdadera historia se cuentan.

Viéndose tan malparado don Quijote, dijo á su escudero:

—Siempre, Sancho, lo he oído decir, que el hacer bien á villanos es echar agua en la mar. Si yo hubiera creído lo que me dijiste, yo hubiera escusado esta pesadumbre; pero ya está hecho, paciencia, y escarmentar para desde aquí en adelante.

—Así escarmentará vuestra merced, respondió Sancho, como yo soy turco; pero pues dice que si me hubiera creído, se hubiera escusado este daño, créame ahora, y escusará otro mayor; porque le hago saber que con la Santa Hermandad no hay usar de caballerías, que no se le da á ella por cuantos caballeros andantes hay dos maravedís: y sepa que ya me parece que sus saetas me zumban por los oídos.

—Naturalmente eres cobarde, Sancho, dijo don