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besaba y acariciaba como si fuera persona: el asno callaba, y se dejaba besar y acariciar de Sancho sin responderle palabra alguna.

Llegaron todos, y diéronle el parabién del hallazgo del rucio, especialmente don Quijote, el cual le dijo que no por eso anulaba la póliza de los tres pollinos. Sancho se lo agradeció. En tanto que los dos iban en estas pláticas, dijo el cura á Dorotea, que había andado muy discreta así en el cuento como en la brevedad dél, y en la similitud que tuvo con los libros de caballerías. Ella dijo que muchos ratos se había entretenido en leellos; pero que no sabía ella dónde eran las provincias y puertos de mar, y que así, había dicho á tiento que se había desembarcado en Osuna.

—Yo lo entendí así, dijo el cura, y por eso acudí luego á decir lo que dije, con que se acomodó todo.

¿ Pero no es cosa estraña ver con cuánta facilidad cree este desventurado hidalgo todas estas invenciones y mentiras, sólo porque llevan el estilo y modo de las necedades de sus libros ?

—Sí es, dijo Cardenio; y tan rara y nunca vista, que yo no sé si queriendo inventarla y fabricarla mentirosamente, hubiera tan agudo ingenio que pudiera dar en ella.

—Pues otra cosa hay en ello, dijo el cura, que fuera de las simplicidades que este buen hidalgo dice tocantes á su locura, si le tratan de otras cosas, discurre con bonísimas razones, y muestra tener un entendimiento claro y apacible en todo, de manera que como no le toquen en sus caballerías, no habrá nadie que le juzgue sino por de muy buen entendimiento.

En tanto que ellos iban en esta conversación,