Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo I (1908).pdf/395

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 393 —

el cura leyó los dos títulos primeros, volvió el rostro al barbero y dijo:

—Falta nos hacen aquí ahora el ama de mi amigo y su sobrina.

—No hacen, respondió el barbero; que también sé yo llevarlos al corral ó á la chimenea, que en verdad, que hay muy buen fuego en ella.

—Luego quiere vuestra merced quemar mis libros? dijo el ventero.

—No más, dijo el cura, que estos dos, el de «Don Cirongilio» y el de «Félix Marte»>.

—Pues por ventura, dijo el ventero, mis libros son herejes ó flemáticos, que los quiere quemar?

—Cismáticos, queréis decir, amigo, dijo el barbero, que no flemáticos.

—Así es, replicó el ventero; mas si alguno quiere quemar, sea ese del Gran Capitán y dese Diego García, que antes dejaré quemar un hijo que dejar quemar ninguno desotros.

—Hermano mío, dijo el cura, estos dos libros son mentirosos, y están llenos de disparates y devaneos; y este del Gran Capitán es historia verdadera, y tiene los hechos de Gonzalo Hernández de Córdoba, el cual por sus muchas y grandes hazañas mereció ser llamado de todo el mundo el.

Gran Capitán, renombre famoso y claro, y dél sólo merecido. Y este Diego García de Paredes fué un principal caballero, natural de la ciudad de Trujillo en Estremadura, valentísimo soldado, y de tantas fuerzas naturales, que detenía con un dedo una rueda de molino en la mitad de su furia:

y puesto con un montante en la entrada de una puente, detuvo á todo un innumerable ejército que no pasase por ella, y hizo otras tales cosas, que