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embuste y fealdad, que por dalle color de verdad la quiso matizar con su misma sangre, porque viendo que no podía herir á Lotario, ó fingiendo que no podía, dijo: Pues la suerte no quiere satisfacer del todo mi tan justo deseo, á lo menos no será tan poderosa, que en parte me quite que no le satisfaga: y haciendo fuerza para soltar la mano de la daga que Lotario le tenía asida, la sacó y guiando su punta por parte que pudiese herir no profundamente, se la entró y escondió por más arriba de la islilla del lado izquierdo, junto al hombro, y luego se dejó caer en el suelo como desmayada. Estaban Leonela y Lotario suspensos y atónitos de tal suceso, y todavía dudaban de la verdad de aquel hecho, viendo á Camila tendida en tierra y bañada en su sangre. Acudió Lotario con mucha presteza, despavorido y sin aliento, á sacar la daga, y al ver la pequeña herida salió del temor que hasta entonces tenía y de nuevo se admiró de la sagacidad, prudencia y mucha discreción de la hermosa Camila; y por acudir con lo que á él le tocaba, comenzó á hacer una largá y triste lamentación sobre el cuerpo de Camila, como si estuviera difunta, echándose muchas veces maldiciones, no sólo á él, sino al que había sido causa de habelle puesto en aquel término :

y como sabía que le escuchaba su amigo Anselmo, decía cosas que el que le oyera le tuviera mucha más lástima que á Camila, aunque por muerta la juzgara. Leonela la tomó en brazos, y la puso en el lecho, suplicando á Lotario fuese á buscar quien secretamente á Camila curase; pedíale asimismo consejo y parecer de lo que dirían á Anselmo de aquella herida de su señora, si acaso viniese antes que estuviese sana. El respondió que dije— -