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que no solamente escribían sus hechos, sino que pintaban sus más mínimos pensamientos y niñerías, por más escondidos que fuesen; y no había de ser tan desdichado tan buen caballero, que le faltase á él lo que sobró á Platir y á otros semejantes. Y así no podía inclinarme á creer que tan gallarda historia hubiese quedado manca y estropeada, y echaba la culpa á la malignidad del tiempo devorador y consumidor de todas las cosas, el cual ó la tenía oculta ó consumida. Por otra parte me parecía que pues entre sus libros se habían hallado tan modernos como «Desengaño de celos», y «Ninfas y Pastores de Henares», que también su historia debía de ser moderna, y que ya que no estuviese escrita, estaría en la memoria de la gente de su aldea y de las á ella circunvecinas. Esta imaginación me traía confuso y deseoso de saber real y verdaderamente toda la vida y milagros de nuestro famoso español don Quijote de la Mancha, luz y espejo de la caballería manchega, y el primero que en nuestra edad y en estos tan calamitosos tiempos se puso al trabajo y ejercicio de las andantes armas, y al de desfacer agravios, socorrer viudas, amparar doncellas de aquellas que andaban con sus azotes y palafrenes, y con toda su virginidad á cuestas de monte en monte y de valle en valle; que si no era que algún follón ó algún villano de hacha y capellina, ó algún descomunal gigante las forzaba, doncella hubo en los pasados tiempos que al cabo de ochenta años, que en todos ellos no durmió un día debajo de tejado, se fué tan entera á la sepultura como la madre que la había parido. Digo pues que por estos y otros muchos respetos es digno nuestro gallardo Quijote de continuas y memoVOL . 315.

DON QUIJOTE .—7 TOMO I