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VIDA Y ESCRITOS

demia que acababa de abrir en su casa de Madrid un grande que realzaba así la corte de Felipe II, como lo habia hecho el esclarecido Hernan Cortes con la de Cárlos V; pues Cervantes, hablando de las academias italianas, apellida á ésta academia imitatoria de Madrid.

En los cuatro años consecutivos despues de su casamiento, esto es, de 1584 á 1588, Cervantes, vuelto á literato y al mismo tiempo vecino de Esquivias, orilló la poesía pastoril, que nada rentaba, para vincularse en el teatro, carrera única de provecho que ofrecian á la sazon las humanidades. En su niñez, el teatro español, fugitivo de la iglesia y como secularizado, habia empezado á campear por las plazas públicas, en los tablados de Lope de Rueda, aquel Esquilo andariego, ingenio y comediante, humilde fundador positivamente de los coliseos en que luego se habían de esclarecer Lope de Vega, Calderon, Moreto, Tirso de Molina, Solis, y donde tenían que venír á inspirarse Corneille y Moliere. La corte de España, que solia peregrinar de una en otra capital de provincia, se avecindó por fin en Madrid en 1561, donde se edificaron, por los años de 1580, los dos teatros permanentes todavía de la Cruz y del Príncipe. Entonces algunos de los ingenios se allanaron á trabajar para la representacion, que hasta la sazon habia corrido á cargo de los autores que componian por sí mismos las farsas de su caudal. Uno de los primeros entrantes en esta nueva carrera fué Cervantes, y su principio fué una comedia en seis actos, arreglada á sus mismas aventuras, titulada Los Tratos de Argel. Siguieron á esta composicion mas de otras veinte, entre las cuales se engrie citando y elogiando él mismo la Numancia, la Batalla Naval, la Gran Turquesca, la Entretenida, la Casa de los zelos, la Jerusalen, la Amaranta ó la del Mayo, el Bosque amoroso, la Unica y bizarra Arsinda, y ante todo, la Confusa, que pareció, segun cuenta, asombrosa en los teatros.

Tan solo el nombre quedaba de estos dramas y de algunas otras obras, y se condolian los curiosos de esta pérdida. Se conceptuaba que con aquella fantasía tan grandiosa, un temple tan placentero, un despejo tan sumo y un gusto tan cabal, que tan enterado de las reglas teatrales, que suele desentrañar tan atinadamente en el Quijote, que con tantas alabanzas como tan candorosamente se apropia como autor cómico y el númen que realmente demuestra en sus entremeses, se conceptuaba, repito, que esas obras habian de ser perfectas. Por desgracia de su nombradía dramática, se hallaron hasta tres ó cuatro, entre ellas, la Numancia, la Entretenida y los Tratos de Argel, que, lejos de corresponder á los pésames que habian ocasionado, aventajaria por cierto en estremo el concepto del autor, si no se las conociese mas que por la reseña muy paternal con que las menciona. Ejemplo trascendental, y no será el único que ha de darnos, de la imposibilidad patente, aun poseyendo un númen sobresaliente, de juzgarse atenidamente á sí mismo.

De todos estos hallazgos, el mas aventurado es sin disputa el de su tragedia de Numancia; pues, aunque agena de la perfeccion, deja muy en zaga á las tragedias de Lupercío de Argensola, á las cuales anda Cervantes tributando elogios muy estraños en pluma tan poco aduladora, (Don Quijote, parte I, cap. 48). En los impulsos heroicos de un pueblo que se abalanza á la muerte por conservar su libertad, en los tiernos episodios que provocan, en medio de aquella catástrofe inmensa, el entusiasmo de la amistad, del amor y del cariño maternal, se va desentrañando toda la inventíva de aquella alma tan grandiosa y tan sensible. Pero el conjunto de la obra es desacertado, el plan inconecso y vagaroso, y los pormenores mal enlazados; pues el interes tan repartido se postra y se anonada. Los entremeses son en su total las mejores obras teatrales de Cervantes, con la particularidad de que estos llamados sainetes se representaban, no despues de la composicion principal, sino en los intermedios de las tres jornadas. Han parecido hasta nueve entremeses de Cervantes: el Juez de los divorcios, el Rufian viudo, la Eleccion de los Alcaldes, etc., que por lo mas son un dechado de raudal picaresco.

El menesteroso Cervantes careció luego de la honra y el provecho que se prometia con sus logros teatrales. Agotóse el manantial. Las comedias, como dice él mismo en su prólogo, tienen su tiempo y sazon. Vino entonces á reinar en el teatro aquel monstruo de naturaleza, el gran Lope de Vega, que se apoderó de la monarquía cómica, avasalló á los comediantes, y llenó el orbe de sus comedias. Apeado del teatro con otros muchos por la fecundidad fabulosa de Lope de Vega, tuvo Cervantes que acudir á otro oficio, menos genial por cierto y menos esplendoroso, pero que pudiese proporcionarle sustento. Pasando ya de cuarenta años, sin patrimonio, sin galardon por los veinte años de servicios y desdichas, tenia que sobrellevar el peso de una familia, recargada con sus dos hermanas y su hija natural. Un consejero de hacienda, Antonio de Guevara, fué nombrado, al principio de 1588, provedor de las escuadras y flotas para las Indias en Sevilla, con facultades de agregarse cuatro comisarios para ausiliarle en el desempeño de