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DON QUIJOTE.

conocian que lo hacia no mas de por hacerlo, y por ser natural condicion suya ser homicida de todo el género humano[1]. Solo libró bien con él un soldado español, llamado tal de Saavedra, el cual, con haber hecho cosas que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad, jamas le dió palo, ni se lo mandó dar, ni le dijo mala palabra: y por la menor cosa de muchas que hizo, temiamos todos que habia de ser empalado, y así lo temió él mas áe una vez: y si no fuera porque el tiempo no da lugar, yo dijera ahora algo de lo que este soldado hizo, que fuera parte para entreteneros y admiraros harto mejor que con el cuento de mi historia.[2]. Digo pues, que encima del patio de nuestra prision caian las ventanas de la casa de un moro rico y principal, las cuales, como de ordinario son las de los moros, mas eran agujeros que ventanas, y aun estas se cubrian con celosías muy espesas y apretadas. Acaeció pues, que un día estando en un terrado de nuestra prision con otros tres compañeros, haciendo pruebas de saltar con las cadenas por entretener el tiempo, estando solos (porque todos los demas cristianos habian salido á trabajar) alcé acaso los ojos y ví, que por aquellas cerradas ventanillas que he dicho, parecia una caña, y al remate della puesto un lienzo atado, y la caña se estaba blandeando y moviéndose, casi como si hiciera señas que llegásemos á tomarla. Miramos en ello, y uno de los que conmigo estaban, fué á ponerse debajo de la caña, por ver si la soltaban, ó lo que hacian; pero así como llegó alzaron la caña y la movieron á los dos lados como si dijeran no con la cabeza. Volvióse el cristiano, y tornáronla á bajar y hacer los mesmos movimientos que primero. Fué otro de mis compañeros y sucedióle lo mesmo que al primero. Finalmente fué el tercero, y avínole lo que al primero y al segundo. Viendo yo esto, no quise dejar de probar la suerte,

y así como llegué á ponerme debajo de la caña, la dejaron caer,

  1. Este amo del cautivo era veneciano, y se llamaba Andreta: fué cautivado siendo tagarote ó pendolista del escribano de una nave Ragusca, y hecho turco se llamó Asan Agá, ó Asan Bajá. Haedo: (Historia de Argel: fol. 89 v.)
  2. El Saavedra, aquí mencionado, es el mismo Miguel de Cervantes, que solo en este lugar habla de sí espresamente, pues el héroe de esta novela del cautivo es el capitan Biedma, como se declara mas adelante, bien que los dos padecieron juntos el cautiverio bajo la tirania de Asan Agá. Y en confirmacion de las trazas y atentados que intentó Cervantes en Argel para conseguir su libertad, dice el P. Haedo: “De las cosas que en aquella cueva sucedieron en el discurso de los siete meses, que estos cristianos estuvieron en ella, y del cautiverio y hazañas de Miguel de Cervantes, se pudiera hacer una particular historia.” (Topografia de Argel: fol. 184) y á esta puede ser que aludiese aquí nuestro autor.