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Página:El jardín de los cerezos.djvu/28

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ANTÓN P. CHEJOV

el azul y el violeta, siguen siendo los mismos. Ninguna variación hubo en ellos. Tal como los dejamos, tal están.

Lubova. (Mirando en derredor suyo.)

Verdaderamente, esta habitación de los niños es encantadora. Aquí dormí yo siendo niña, muy niña. (Llora.) Y hoy, ¿por qué no decirlo?, vuelvo a ser una niña... (Abraza a su hermano, a Varia, y de nuevo a su hermano.) Varia, como siempre, parece una monja... Y aquí está Duniascha; la reconozco bien; no ha cambiado en nada. (Abraza a Duniascha.)

Gaief.

El tren lleva dos horas de retraso. ¡Qué desorden! Este país no se parece a ningún otro. Mejor fuera que no hubiese ferrocarriles...

Carlota. (A Pitschik.)

Mi perro come hasta las nueces.

Pitschik.

¡Figúrense ustedes..! Un perro que come nueces. ¿Es posible? (Todos salen, a excepción de Ania y Duniascha.)

Duniascha.

¡Con cuánta impaciencia, señorita, les hemos esperado! (Ayuda a Ania a quitarse el abrigo y el sombrero.)