Página:El juguete rabioso (1926).djvu/20

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
12
EL JUGUETE RABIOSO

prueba de que los dioses habían trazado cuál sería en el futuro el destino del amigo Enrique. Pero como los dioses son arteros de corazón no me sorprende al escribir mis memorias, enterarme de que Enrique se hospeda en uno de esos hoteles que el estado dispone para los audaces y bribones.

La verdad es esta.

Cierto fabricante, para estimular la venta de sus productos, inició un concurso con opción a premios destinados a aquellos que presentaran una colección de banderas de las cuales se encontraba un ejemplar en la envoltura interior de cada caramelo.

Estribaba la dificultad (dado que escaseaba sobre manera) hallar la bandera de Nicaragua.

Estos certámenes absurdos, como se sabe, apasionan a los muchachos, que cobijados por un interés común, computan todos los días el resultado de esos trabajos la marcha de sus pacientes indagaciones.

Entonces Enrique prometió a sus compañeros de barrio, ciertos aprendices de una carpintería y los hijos del tambero, que él falsificaría la bandera de Nicaragua siempre que uno de los lecheros se la facilitara.

El muchacho dudaba... vacilaba conociendo la reputación de Irzubeta, más Enrique magnáninamente ofreció en rehenes dos volúmenes de la Historia de Francia, escrita por M. Guizot, para que no se pusiera en tela de juicio su probidad.

Así quedó cerrado trato en la vereda de la calle, una calle sin salida, con faroles pintados de verde en las esquinas, con pocas casas y largas tapias de ladrillo. En distantes bardales, reposaba la celeste curva del cielo, y sólo entristecía la calleja el monótono rumor de una sierra sin fin o el mugido de las vacas en el tambo.

Más tarde supe que Enrique, usando tinta china y san-