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ROBERTO ARLT

el mosaico, las manos arrebujadas en su pañoleta, los labios apretados y los párpados inmóviles, buscaba al marido.

Recuerdo la escena de ese día:

Como de costumbre, esa mañana don Gaetano fingió no verla, aunque se encontraba a tres pasos de él. Yo ví que el hombre inclinó la cabeza hacia cierto libro simulando leer el título.

Detenida, la mujer blanca permanecía inmóvil. Solo sus labios temblaban como tiemblan las hojas.

Después dijo con una voz que hacía grave cierta monotonía terrible.

—Yo era linda. ¿Que has hecho de mi vida?

Sobre su frente temblaron los cabellos como si pasara el viento.

Un sobresalto sacudió el cuerpo de don Gaetano.

Con desesperación que le hinchaba la garganta, ella le arrojó estas palabras pesadas, salitrosas.

—Yo te levanté... ¿Quién era tu madre...? sino una bagazza" que andaba con todos los hombres. ¿Que has hecho de mi vida vos...?

-María callate— respondió con voz cavernosa don Gaetano.

—Sí, quien te sacó el hambre y te vistió... yo...

"strunso"... yo te dí de comer y la mano de la mujer se levantó como si quisiera castigar la mejilla del hombre.

Don Gaetano retrocedió tembloroso.

Ella dijo con amargura en que temblaba un sollozo, un sollozo pesado de salitre.

—¿Que has hecho de mi vida... puerco? Estaba en mi casa como clavel en la maceta y no tenía necesidad de casarme con vos "strunso"...

Los labios de la mujer se torcieron convulsivamente, como si masticara un odio pegajoso, terrible.