beza el medio de rotularlo bien. Para salir de este embarazo preguntó al secretario:
— ¿Qué has puesto en la primera hoja de esos papeles?
— He puesto, contestó el interpelado: Espediente para un borrico.
— Eso no está bien.
— Pondré, Espediente sobre un borrico.
— Aun es eso peor.
— Diga V. su parecer, dijo el secretario.
— Dame acá, que yo lo arreglaré mejor.
Y cogiendo el espediente puso en letras muy gordas:
— Espediente por un borrico.
Ponderando un gitano las circunstancias de un repugnante jaco que habia sacado ala feria, decia á uno de los circunstantes:
— No se quede V. sin él, señorito, porque este animal es tan alhaja que hasta sabe leer.
— Vaya, eso es un desatino. ¿Sabe V. lo que se dice?
— Lo que V. oye, compadre. ¿Tiene V. algún papel á la mano?
— Aquí hay un trozo de periódico; pero no se atreverá V. á hacer la prueba.
— No sea V. inocente. Venga ese papel.
Y diciendo y haciendo se lo puso al jaco delante de los ojos. Como el jaco no decia esta boca es mia, el otro se retiraba riendo y el gitano repuso con la mayor gravedad:
— Estos hombres piden gollerías. Apuesto á que el señorito quería que el jaco supiera también pronunciar.
Un magistrado cargado de años y hombre de gran reputación en el foro francés, se presentó un día á