roja y apetecible la delicada fruta de aquel árbol precioso. El diablo de la gula tentó á nuestro hombre; miró á su rededor por ver si le observaban, aproximó el caballo, afianzó un pie en el estribo, levantó el otro, y en un santiamen se encontró los piés sobre la silla y las manos en las ramas mas altas estrujando cerezas.
En esta situacion, y cuando parecia que estaba trabajando para levantarse á las nubes, pensó un momento en el peligro que corria, y dijo gritando:—Diablo, si pasase alguno y le ocurriese decir, arre.—Apenas pronunció esta última palabra, cuando el animal, creyendo obedecer á sa amo, tomó el trote, y cataplum, el pobre filósofo midió el santo suelo con su cuerpo, rompiéndose las muelas.
Hay cerca de Ratisbona
Dos lugares de gran fama.
Que el uno Agere se llama
Y el otro Macarandona.
Un solo cura servía.
Humilde siervo de Dios,
A los dos, y asi á los dos
Misas las fiestas decía:
Un vecino del lugar
De Macarandona, fué
A Agere, y oyendo que
El cura empezó á cantar
El prefacio, reparó
En que á voces aquel dia
Gratias Agere, decia
Y á Macarandona no.
Con esto, muy enojado
Dijo al cura: ¿gracias dá
A Agere, como si acá
No le hubiéramos pagado
Sus diezmos? Cuando escucharon