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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 133

Pasa la semana, el domingo siguiente se encuentra Bartolo de nuevo en la plaza; tocan una campana, la gente se dirige en tropel á la iglesia, porque están dando las doce; el pastor los sigue, entra, vé que todos se dirigen á tomar algo á la pila del agua bendita. Ese sí que es plato, dice chupándose los dedos; en él hay para todos. Llega, mete la mano.

— ¡Ah! esclama, solo han dejado caldo!

No quiere sin embargo marcharse sin probarlo. El sacristán lo vé y le aplica media docena de puntapiés como para él solo.

— ¡Imbécil! ¿á la iglesia se viene á beber? Ya te lo dirán de misas.


Enigmas.

21.
¿Cuál es de unas cabras bellas
el rebaño y labrador
que asiste muy cerca de ellas?
Mas quisiera estar con ellas
que ser del mundo señor.

22.
No há mucho que tuve vida,
y aunque ahora muerta estoy
sirvo en hacer tu comida,
y en lo que tú convertida
después de acabarme soy.


El dinero y el vino.

Un aficionado al zumo de uvas decía incomodado á su mujer:

— Pero ¿quién diablo te ha sugerido la maldita idea de bajar á la bodega el cofre del dinero?