Página:El libro de los cuentos.djvu/137

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 137

— ¿Has dado cuenta á tu mujer del hallazgo?

— He temido su codicia y me he callado!

— ¿Y nada, absolutamente nada has tomado dé la bolsa?

— Señor, mi familia, mis pobres hijos se han quedado sin cenar, porque la leña no se pudo vender.

— ¿Qué dices tú? preguntó el gran duque al mercader.

— Señor, que todo lo que dice este hombre es falso, porque mi bolsa tenia ciento treinta doblones, y solo él se ha podido quedar con los que faltan.

— Por ninguna parte hay pruebas, dijo el gran duque, pero sin embargo, creo que este pleito es fácil de sentenciar.

Tú, pobre aldeano, reñeres el hecho con tal naturalidad, que no es posible dudar de lo que dices, mucho mas cuando has podido quedarte todo, lo mismo que una pequeña parte. Tú, comerciante, gozas de buena posición y de mucho crédito para que podamos presumir de tí un engaño. Diciendo los dos verdad, es claro que el bolsillo que se ha hallado este hombre con cien doblones es otro distinto del tuyo, que tiene ciento treinta.

Recoge, pues, el bolsillo, buen hombre, dijo al leñador, y llévalo á tu casa hasta que parezca su dueño, y si por casualidad te vuelves á encontrar otro con ciento treinta, llévalo á este honrado comerciante, que entonces, como será el suyo, te cumplirá su palabra dándote los veinte doblones que ofreció. Entretanto, como premio de la honradez con que te has portado presentando el bolsillo, siendo tan pobre, señalo para tí y tu familia treinta doblones al año sobre mis rentas.


El juego de prendas.

La célebre cortesana Fhrínea de la antigua Grecia, hallándose en un festín con muchas mujeres