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162 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

lágrimas á los parientes de los muertos á cuenta de peniques.

Es el caso, que habia sido alquilado para llorar en los funerales del banquero M y se encontraba con una dificultad tan grande de llorar que no tenia esperanzas de vencerla, aun empleando los mas heroicos recursos; y antes por el contrario temia no poder resistir la tentación de ponerse á bailar en lo mas patético de su quejumbroso llanto. En situación tan desesperada, se fué á casa de un su compadre amigo y compañero de oficio y le dijo:

— Tom, me vas á prestar un favor.

— ¿Y qué favor es?

— Que vayas á llorar por mí en el entierro del banquero M. Tú sabes que es casa rica y la paga no será mala.

— No tengo inconveniente, pero quiero saber antes por qué no vas tú mismo.

— ¿Por qué no voy? porque no podré llorar por mas esfuerzos que haga. jAh! ¿no lo sabes? se ha muerto mi mujer esta mañana.

— Entonces tienes razón, yo lloraré aunque sea de envidia.


Un predicador miedoso.

Un fraile que predicaba en la corte en tiempo de Felipe II se dirigió á sus oyentes diciendo:

— Todos moriremos, hermanos mios.

Pero en el acto mismo de pronunciar estas palabras entró el rey en la iglesia, y temiendo que aquello se tomase por una amenaza, continuó:

— Digo que moriremos casi todos, hermanos mios.


La discusión concejil.

Se discutía en el ayuntamiento de un pueblo el programa de las fiestas de San Roque, su patrón.