lágrimas á los parientes de los muertos á cuenta de peniques.
Es el caso, que habia sido alquilado para llorar en los funerales del banquero M y se encontraba con una dificultad tan grande de llorar que no tenia esperanzas de vencerla, aun empleando los mas heroicos recursos; y antes por el contrario temia no poder resistir la tentación de ponerse á bailar en lo mas patético de su quejumbroso llanto. En situación tan desesperada, se fué á casa de un su compadre amigo y compañero de oficio y le dijo:
— Tom, me vas á prestar un favor.
— ¿Y qué favor es?
— Que vayas á llorar por mí en el entierro del banquero M. Tú sabes que es casa rica y la paga no será mala.
— No tengo inconveniente, pero quiero saber antes por qué no vas tú mismo.
— ¿Por qué no voy? porque no podré llorar por mas esfuerzos que haga. jAh! ¿no lo sabes? se ha muerto mi mujer esta mañana.
— Entonces tienes razón, yo lloraré aunque sea de envidia.
Un fraile que predicaba en la corte en tiempo de Felipe II se dirigió á sus oyentes diciendo:
— Todos moriremos, hermanos mios.
Pero en el acto mismo de pronunciar estas palabras entró el rey en la iglesia, y temiendo que aquello se tomase por una amenaza, continuó:
— Digo que moriremos casi todos, hermanos mios.
Se discutía en el ayuntamiento de un pueblo el programa de las fiestas de San Roque, su patrón.