Cada uno de aquellos dignos concejales daba su parecer, proponiendo diversiones según su gusto y su capricho. Unos querian que se colocase en la plaza una fuente de vino, otros que se representase una comedia, y otros, en fin, que se corriesen toros.
— Yo por mi parte, dijo un regidor, no quiero nada de teatros ni de comedias, pero si los señores de ayuntamiento se deciden por los toros, yo soy uno.
— Tu querida es bella, bellísima, decia un amigo al famoso Guinault; lástima es que la belleza y el talento estén reñidos en ella hasta el estremo de no poderse ver.
Guinault sonrie.
— Dime, continúa su amigo: ¿cómo es posible que pases escuchándola los dias enteros?
— ¡Escuchándola! te equivocas, yo no hago otra cosa que mirarla hablar.
— ¿Como es que no se ha casado V.? preguntaba un amigo al abogado X.
—Porque no he encontrado mujer de quien hubiera deseado ser marido, ni hombre alguno de quien hubiera querido ser padre.
— ¿Cómo os habéis gobernado para adquirir tantos amigos?
— Teniendo siempre presente que todo es posible, y concediendo que todo el mundo tiene razón.
La condesa de... teniendo necesidad de escribir