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Página:El libro de los cuentos.djvu/188

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188 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

— ¿Tienes á un zapatero por persona que pueda imponer respeto ?

— Ciertamente que no, respondió Alcibiades.

— Y un pregonero, y un carpintero, añadió Sócrates, ¿son gentes muy temibles?

— No las tengo por tales, dijo Alcibiades.

— Pues bien, continuó Sócrates, pasa revista á todos los oficios, y ve ahí las gentes que componen el pueblo de Atenas.

Si de cada uno en particular no haces caso, ¿por qué los temes cuando están juntos?


El portero alarmado.

Entre un amigo nuestro y el portejo del señor N. , se entabló ayer el diálogo siguiente:

— ¿Está en casa el señor N.?

— Sí, señor pero....

— ¡Ab! ¿está ocupado?

— No, señor pero

— ¿Conque no está visible?

— Sí, señor pero mire V. , el señor tiene trazas de morirse.

— ¡Dios mió!

— Sí; todo eso pasa en este momento.


Una carta y una contestación.

Un contratista de provisiones escribía á un comerciante de lanas:

— Mañana iré á verte y comeremos juntos.

— Muchas gracias, respondió el otro; aprecio infinito la atención, pero mañana no estaré en casa.


El mondadientes.

A una vieja, que ignoraba
Quince lustros que tenia,
Y un mondadientes llevaba,
(Aunque sin ellos estaba)