— ¿Tienes á un zapatero por persona que pueda imponer respeto ?
— Ciertamente que no, respondió Alcibiades.
— Y un pregonero, y un carpintero, añadió Sócrates, ¿son gentes muy temibles?
— No las tengo por tales, dijo Alcibiades.
— Pues bien, continuó Sócrates, pasa revista á todos los oficios, y ve ahí las gentes que componen el pueblo de Atenas.
Si de cada uno en particular no haces caso, ¿por qué los temes cuando están juntos?
Entre un amigo nuestro y el portejo del señor N. , se entabló ayer el diálogo siguiente:
— ¿Está en casa el señor N.?
— Sí, señor pero....
— ¡Ab! ¿está ocupado?
— No, señor pero
— ¿Conque no está visible?
— Sí, señor pero mire V. , el señor tiene trazas de morirse.
— ¡Dios mió!
— Sí; todo eso pasa en este momento.
Un contratista de provisiones escribía á un comerciante de lanas:
— Mañana iré á verte y comeremos juntos.
— Muchas gracias, respondió el otro; aprecio infinito la atención, pero mañana no estaré en casa.
A una vieja, que ignoraba
Quince lustros que tenia,
Y un mondadientes llevaba,
(Aunque sin ellos estaba)