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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 225

— Pero, vamos, ¿cuánto poco masó menos? ¿serán cuatro cahíces?

— Bobos.

— ¿Ocho?

—Ponga diez, padre, porque lo que falta iremos á hurtarlo después mis hijos y yo.


El herrador y su idea.

Cansado un herrador de que le robaran todas las noches las anillas de hierro que tenia en la pared para atar los caballos, puso en su lugar elegantes y retorcidos cuernos de cabra.

—Buen pensamiento es, dijo el escribano del pueblo que pasaba por allí mirando los cuernos. ¿De dónde ha salido eso?

— De aquí, contestó el herrador, dándose en la frente con aire satisfecho.


Cómo sabe la perdiz.

La raposa y la perdiz
Tuvieron una pendencia;
La raposa por su ciencia
Quería ser mas feliz.

La perdiz por su hermosura,
A quien la otra decía:
— Bobaza, que cada día
Te caza quien te procura.

Y ella dijo: — Aunque bobaza,
CJon cuanto tú sabes, no
Sabes también como yo
A cualquiera que me caza.


Felipe II y su favorito.

Dijo Felipe II á D. Diego de Córdoba una tarde de diciembre:

— Gran frío hace; no sé en qué emplear la noche.

— Acuéstese V. M., respondió; porque no hay