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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 253

mas ó menos el mismo valor, nombraron secretario del baile de Zaragoza a una persona calificada, que no hubiera renunciado á él aunque perdiese la vida.

El primer dia dijo al baile:

— Señor, soy una persona de casa y solar conocido, tengo don y estoy acostumbrado á que me lo den, y para que no llegue á haber entre nosotros cuestión alguna sobre este particular, me ha parecido conveniente decirlo á V. S. , rogándole que me disimule.

El baile, que era persona discreta, se sonrió, conociendo que su secretario era un calabaza, y deseando corregirle aquella manía ridicula, le dijo:

—Yo, Sr. Don... ¿Cuál es su nombre?

— Don Nuño.

— Pues bien; yo, Sr. D. Ñuño, tengo también ese don que V. encarece tanto, pero hago de él tan poco caso que no tengo inconveniente alguno en cederlo para que de este modo pueda tener dos.

— Señor, ¡tanto favor!

— Sí, lo cedo, pero con una condición.

— ¿Y cuál es?

— Que como dos dones reunidos estarían mal, he de poner el segundo en donde mas acomodado sea á su nombre y á su carácter.

— Admitido.

— ¿Se llama V.?

— Don Nuño Alvar.

— Pues bien, desde hoy se llamará V. D. Nuño Albardon.


La mujer descalabrada.

Descalabró á su mujer
Un hombre; y mirando ella
Lo que la cura costaba,
Dijo entre si muy contenta:
— No me descalabrará
Otra vez. Viéndola buena