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254 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

El marido, con barbero
Y boticario hizo cuenta

Y dio el dinero doblado:
— Hijo, mira que te yerras,
Díjole ella. — No yerro, hija,
Que la mitad desto es desta
Descalabradura de hoy,

Y la otra mitad á cuenta
De la primera desca-
Labradura que se ofrezca.


Un literato sin letras.

Un asentista que habia llegado á reunir muchos millones, después de haber provisto sus bodegas de vinos, conoció que para montar su casa á la altura de su bolsillo y ponerse al nivel de los grandes hombres, necesitaba indispensablemente tener biblioteca. El bibliófilo encargado de satisfacer este gusto, consultó con el ricacho sobre el partictilar, deseando saber, como era justo, la especialidad del nuevo sabio, para enriquecer la librería con aquel ramo de literatura en que se distinguiese.

— ¡Ah! eso es muy fácil, dijo el asentista; yo solo conozco dos clases de libros.

— ¿Y cuáles son esos?

— Los pequeños y los grandes; los primeros los colocarás arriba, como en la librería del duque de... los segundos abajo, y asunto concluido.


El mayor mal de los males.

Preguntaban á un filósofo qué cosa atormentaba mas el entendimiento del hombre, y él respondió:

— El haber de vivir y tratar con necios.


El perdón fingido.

A uno que estaba gravemente enfermo le acónsejaban