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Página:El libro de los cuentos.djvu/263

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EL LIBRO DE LOS CUENTOS. — 263

el de V., y donde él está podrá acomodarse el suyo, Luego fué á verlo, y era un caballo que no tenia mas que la piel y los huesos.

Rogóle entonces el caballero que mostrase el caballo regalado, y dijo el mesonero:

— ¿No lo vé Y. ahí? ¿qué mas regalado quiere que sea, ¡pardiez! cuando no puede andar una legua á pié sin cansarse?


La piedad de una viuda.

Enterraron en el campo
A cierto hombre y á llorar
Fue su mujer al sepulcro
Sin apartarse jamás.

En el mismo dia ahorcaron
En aquel mismo lugar
A un salteador; y temiendo
La justicia algún desmán,
Porque nadie lo quitara
Un guarda le puso, el cual,
Viendo á la viuda afligida
En tan yerma soledad,
Le ofreció su albergue, y ella
Perseveró nmcho mas
En su duelo: él porfió,
Y la matrona ejemplar
Se fué con el guarda pió
Aquella noche á cenar.

Cuando el guarda madrugó,
No encontró su ahorcado ya;
Y creyendo que á doscientos
Lo habian de sentenciar,
Quiso huir de la baqueta
Por guardar el cordovan.

La viuda, viendo que el muerto
Era pena, y no solaz,
Y que el vivo se le iba,
Lo aseguró con sacar
El cuerpo de su marido,