le faltaba, como le dijesen que la habla llevado el médico, santiguóse diciendo:
— ¡Válgame Dios! infinitas veces que se me perdió esta gallina la di al diablo y nunca la tomó; una vez que la prometí al médico, me he quedado sin ella.
En un motin recibió
Un juez tan fuerte pedrada,
Que de la alvéola rasgada
Córnea y pupila saltó.
Tendido estando en el suelo
Un médico llegó acaso,
Y su ciencia, en tal fracaso,
Le ofrece con puro celo.
El juez pregunta al doctor:
— Decid, ¿ mi ojo perderé?
Que empiezo á temerlo a fé.
Según me aprieta el dolor.
Responded otro: — Muy vano
Es tal recelo y apuro.
Pues ya el ojo está seguro...,
— Dónde, doctor? — En mi mano.
A un caballero que se llamaba D. N. Velasco ponia un portugués en el sobrescrito:
Al muy magnífico señor D. Haber asco. A una señora muy vieja que se llamaba doña Ana de Meneses, púsola un caballero en el sobrescrito:
A mi señora doña Ana de Mil meses.
Pedia un rey aun canónigo que renunciase su prebenda con la conocida intención de proveerla en un caballero de la corte.