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280 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

Los esclavos se llegaron al anciano y lo desnudaron completamente; luego, envolviéndolo en sábanas blanquísimas de finísimo hilo, lo cogieron en hombros y lo metieron en un baño de alabastro con agua saturada de esencias y perfumes.

El anciano decia entre sí:

— Voy á morir; sí, la víctima mas agradable á los dioses inmortales es la mejor perfumada: con ungüentos olorosos ungen los cadáveres de los que han sido ofrenda para la divinidad, ¡oh dioses inmortales! voy á morir.

— Vestidlo ya, dijo el jefe á los esclavos.

Inmediatamente lo sacaron del baño, y preciosas esclavas de rizados cabellos y trajes esbeltos, con ajorcas de oro en sus piernas y en sus brazos desnudos, le pusieron un magnífico vestido de púrpura, y adornaron su cabeza con el turbante oriental.

Luego, precedido de las mismas esclavas que bailaban voluptuosamebte, fué conducido á la habitación mas espaciosa de la casa.

¡Qué trasformacion! ¡aquello era un sueño de hadas! Las paredes estaban colgadas de pérsicos tapices, y cubiertas con ricos cuadros y espejos de acero bruñido de colosales dimensiones. Estatuas alabastrinas adornaban los ángulos de la sala, y al rededor de esta se hallaban colocados simétricamente abundantes almohadones de riquísimas telas.

En el centro se habia puesto una magnífica mesa cubierta de vajilla de oro, y llenos los platos de los manjares mas esquisitos.

El anciano, obedeciendo á los que lo conducían, se sentó.

El jefe dijo:

— Principiad.

En el acto algunos jóvenes sirvieron la mesa, y las preciosas esclavas, tomando en sus delicadas manos los instrumentos músicos, principiaron á tocar, bailar y cantar al mismo tiempo.

El anciano creia que soñaba, y se estregaba los ojos y se hería las carnes pellizcándose, por ver si