porque tanta dicha me va á matar.
Y cayó desmayado en brazos de su hija.
— ¡Viva la reina! esclamó la multitud. Estrátónica, que fué buena hija, fué también buena esposa, y la mas querida de todas las de Mitrí dates.
Copiando á Salvador Jacinto Polo, de Medina, decia uno á su amada:
Hermosa del alma mia,
Mátame siempre mirando,
Y si no puede ser siempre
Mátame de cuando en cuando.
Estaban dos ciegos pidiendo limosna á la puerta de una iglesia uno de los domingos de febrero último, y llegándose á ellos un gracioso se colocó en medio y sin darles nada, les dijo:
— Toma, ciego, para los dos.
Luego se apartó un poco esperando la fiesta.
— Chico, preguntó el un ciego al otro; ¿qué te ha dau ese cabayero?
— Si te la dau á tú.
— No, sino átú.
— Veremos, dijo el un ciego.
Y cogiendo el garrote, se armó entre los dos tal paloteo, que se juntó todo el pueblo en un instante, costando mucho trabajo separarlos.
Tenia uno la mujer muy entretenida, y lamentándose con un amigo de que no podia estar un rato solo en casa por la mucha gente que concurría, respondió: