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Página:El libro de los cuentos.djvu/282

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282 — BIBLIOTECA DE LA RISA.

porque tanta dicha me va á matar.

Y cayó desmayado en brazos de su hija.

— ¡Viva la reina! esclamó la multitud. Estrátónica, que fué buena hija, fué también buena esposa, y la mas querida de todas las de Mitrí dates.


La muerte rogada.

Copiando á Salvador Jacinto Polo, de Medina, decia uno á su amada:

Hermosa del alma mia,
Mátame siempre mirando,
Y si no puede ser siempre
Mátame de cuando en cuando.


Los ciegos burlados.

Estaban dos ciegos pidiendo limosna á la puerta de una iglesia uno de los domingos de febrero último, y llegándose á ellos un gracioso se colocó en medio y sin darles nada, les dijo:

— Toma, ciego, para los dos.

Luego se apartó un poco esperando la fiesta.

— Chico, preguntó el un ciego al otro; ¿qué te ha dau ese cabayero?

— Si te la dau á tú.

— No, sino átú.

— Veremos, dijo el un ciego.

Y cogiendo el garrote, se armó entre los dos tal paloteo, que se juntó todo el pueblo en un instante, costando mucho trabajo separarlos.


La carne podrida.

Tenia uno la mujer muy entretenida, y lamentándose con un amigo de que no podia estar un rato solo en casa por la mucha gente que concurría, respondió: